¿Qué fue a hacer Gustavo Petro en Haiti?

Es evidente que hay una razón totalmente contraria a lo anunciado por los canales oficiales de Casa de Nariño sobre el verdadero motivo de la visita del presidente Gustavo Petro a Haití.

Sin duda alguna que el mandatario no viajó a Puerto Príncipe con la finalidad de estrechar los lazos diplomáticos de Colombia con la nación caribeña, una de las más pobres del planeta, nada más alejado de la realidad. Lo que se esconde es, en efecto, la necesidad del jefe de estado de avanzar en su inmersión en lo sobrenatural y oculto.

El principado dominante llegó a Haití a reactivar su creencia en las ciencias de lo adverso, en lo profano, en lo totalmente opuesto a la Divina providencia celestial.

Petro está haciendo lo mismo que hizo el extinto Hugo Chávez en Cuba, luego de su fallido intento por apoderarse de Venezuela, mediante un golpe de estado: ponerse a disposición de los brujos y chamanes reinantes de la cultura yoruba afrocaribeña y adentrarse en los recónditos laberintos del ocultismo, por recomendación de Fidel Castro.

El mandatario colombiano, un auto declarado opositor a la sana doctrina de la fe en Cristo, en medio de su agonía por tratar de salvar un fracasado proyecto político que nunca despegó busca respuestas a su frustración en lo oscuro y prohibido.

Cuba y Haití comparten ese arraigo, contrario a la verdad de DIOS. Las dos naciones le dieron la espalda a Cristo y prefirieron meterse con las fuerzas del mal, idea que les costó bien caro. Hoy día yacen inmersas en la ruina y la decadencia social. Entonces, a qué fue el mandatario de los colombianos a un territorio devastado?

El mal recordado coronel Chávez, luego de su entronización en santería en La Habana, inició un agresivo plan de destrucción de la hermosa y próspera Venezuela, arrastrando a la sociedad con toda suerte de paganismo, brujería, magia negra y rituales vudú. Contaminó a Caracas.

Súbitamente el desarrollo de la nación cayó en picada, el crecimiento económico se retrasó, la hiperinflación aumenta y la ola de asesinatos, secuestros, corrupción, pobreza y hambre no se detiene, aunque el criminal Nicolás Maduro diga lo contrario.

Chávez, aparte del altar que ordenó levantar en uno de los salones más escondidos de Miraflores, con todos los elementos y signos propios de la inmundicia, nunca negó su enfermiza obsesión por Simón Bolívar.

En un insano arrebato el dictador anunció la exhumación de los restos del libertador, con la excusa de investigar científicamente si el padre de la patria había sido asesinado por envenenamiento. La verdad de aquella mentira es que Chávez, quería apoderarse de un hueso de Bolívar, para poder comunicarse con su espíritu, a través de un medium.

Chávez quería imitar a Bolívar, así como Petro quiere ser la fiel copia del mal recordado presidente venezolano.

En este sentido, Petro y otros tantos gobernantes del mundo deben ser entendidos más allá de interpretaciones racionales, ajustadas a la lógica de las cosas.

Todo este componente espiritual es propio de las ideologías comunistas, socialistas y progresistas. Detrás de tanta palabrería barata, retórica burda y oxidada, repleta de promesas de prosperidad, lo que hay es un profundo ateísmo y en la mayoría de los casos, odio infinito a DIOS Todopoderoso.

La verdadera oposición no se hace con debates de control político, denuncias, marchas, protestas y plantones, no, es con oración, ayuno y guerra espiritual.

Mientras exista un pueblo que clame y doble rodillas, el enemigo será vencido.

Colombia le pertenece a Cristo, no a las fuerzas del mal que quiere imponer el principado.

Nixon Carvajal

Comunicador Social

Periodista

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